El lino y la lana son las materias primas de fibras textiles a las que tenía acceso el pueblo llano a través de los siglos dado que eran las que podían obtener en el país.
Cada una de estas dos fibras textiles eran las utilizadas para las diferentes necesidades y las diferentes funciones de las telas. La lana en su color natural o teñida se utilizaba por su especial capacidad de termoaislante, para prendas y ropas de abrigo además de que abatanadas (golpeadas) adquirían la cualidad del paño impermeable. Normalmente la lana era ya comprada en rollos de paño para ser cortada para las ropas o bien salían del telar siendo ya sobre todo colchas labradas o mantas en el propio telar.
El lino, en cambio servía a todos los demás menesteres necesarios, ropa de cama, cortinas, colchas, paños rituales de ofrendas, paños de mano, toallas, manteles, servilletas, y lencería, camisones y camisas galanas noviales y eran todos estos tipos de ajuar los que recibían la labra del bordado, secularmente en lana y lino teñido en el país, los más pudientes sedas y posteriormente algodón.
Y es en el lino, base del Bordado Popular Serrano, precisamente donde nos vamos a extender. El Lino (Linum usitatissimum, L.) se cultiva y sobre todo se cultivó en sus dos vertientes productivas, para linaza o para fibra textil.

Aunque planta rústica, rinde en mejores condiciones en los climas templados sin fuertes lluvias ni heladas, por ello en la Sierra de Francia de Salamanca con abundante agua se cultivó en casi todos sus pueblos.
Se conservan aún hoy en multitud de pueblos de nuestra geografía con el nombre de “linares” pagos de fincas que generalmente son los de mayor fertilidad. E incluso pueblos que deben su nombre a ello como Linares de Riofrío, puerta de la Sierra de Francia.
En su artículo para la Revista de Floklore de la fundación Joaquín Diaz, Jose Luis Puerto nos hace un viaje por las tareas, costosas sin duda, del lino en un pueblo aledaño a la sierra donde al menos, aún se conservaba su recuerdo. Puebla de Yeltes, La Memoria del Lino.
Como él mismo cita:
“era un cultivo que llenaba el tiempo y le otorgaba a las vivencias humanas del mismo un ritmo muy definido y marcado, debido a la repetición de las mismas labores en las mismas épocas de cada año; y de este proceso repetitivo surgía la tradición de este cultivo y de sus técnicas de preparado, hilado y tejido.”
En la actualidad es difícil entender lo que para los pueblos y sus gentes era el cultivo y los trabajos del lino, su tejido y su adorno. Las mujeres que hacían todo el trabajo hasta llegar a obtener el hilo en ovillo daban la fibra para el tejido en telar, que lo hacían “tecedores”, maestros, oficiales y aprendices del oficio. De vuelta a casa el hilo tejido volvía a caer en manos de mujeres que cortaban, bordaban, cosían, deshilaban.
El trabajo del lino es fundamentalmente femenino, en algunas comarcas españolas como la asturiana había también tejedoras (no se sabe de ninguna en la provincia de Salamanca) que seguramente nunca fueron registradas así.
El medio rural vivió profundamente la economía de medios, así las familias cultivaban y trabajaban su lino, y este solo salía en muchas ocasiones para ser tejido en otros pueblos. En algunas casas había un telar artesano como lo demuestran los legajos testamentarios.

Antonio Gutiérrez Cea en “El cultivo del Lino y los telares en la Sierra de Francia” comienza su estudio con esta interesante reflexión:
¨El cultivo del lino en la Serranía de Francia, como se deduce de las Ordenanzas de Miranda del Castañar es una de las bases de mayor trascendencia económica. Fue seguramente el lino una de las causas que dieron fama a los arrieros serranos y abrió a sus recuas los caminos de Andalucía”.
Todo el arduo trabajo de las tareas del lino se hacía con la finalidad de tener para el ajuar doméstico y ritual diferentes tejidos, más o menos finos o incluso labrados en el propio telar. Estas telas eran fiel reflejo socialmente de la jerarquía económica de la familia, en las clases más pudientes el lino fino venía de fuera de nuestras fronteras y las familias agropecuarias mandaban tejer las diferentes calidades del lino obtenido en los telares del país.
El telar es la maquina encargada de mantener alineados y estirados los hilos de urdimbre, para recibir el hilo de trama y cruzarse. El ligamento (manera de entrecruzarse los hilos de urdimbre y trama) más sencillo es el tafetán, siendo este el más regular de todos. El hilo de la trama pasa alternadamente por encima y debajo de los hilos de la urdimbre en cada vuelta, el tafetán de lino recibe el nombre de lienzo, que es sobre el que se desarrolla la posibilidad de bordar “a hilos contados”.


No es fácil desarrollar la tecnología del telar para los profanos, baste decir que en sus inicios fue vertical en todas las culturas y la urdimbre se mantenía tirante por medio de pesas en cada hilo de urdimbre o bien se sujetaban en dos listones de madera. Esta técnica se denomina de alto lizo, continúa en la actualidad y el dibujo se hace a mano, es decir, levantas a mano los hilos de urdimbre para pasar el hilo de trama.
En occidente en el S. X se inventó el telar horizontal de pedales (Bajo lizo) máquina que hasta la industrialización fue capaz de dar impresionantes telas con la conjunción del aumento de los lizos. Estos son el mecanismo que unidos a un pedal acciona la subida de un conjunto de hilos de urdimbre, como es lógico pensar, cuantos más lizos y pedales más posibilidades de hacer dibujo, labrarlo en la propia tela.


Según las Memorias de D. Eugenio Larruga Boneta a fines del S.XIII en Santibañez de la sierra se tejían 400 varas de lienzos y otras cuatrocientas de estopa (lino más gordero) que se consumen en el pueblo e, indica que no son bastantes para surtir al mismo pueblo.
En Madroñal se teje lienzo casero y alemanisco, en La Alberca también. Se trata esta última También calidad de un tejido labrado ya en el telar, asargado donde los hilos de urdimbre y trama no se combinan formando un ángulo recto sino que hacen figuras geométricas, sobre todo rombos. Para hacer estos tejidos se necesitan más de dos lizos, aunque con cuatro lizos, como en los ejemplos siguientes ya conseguimos variedad de lienzos “alemaniscos”, “del real” o “arealados”, Sobre estas telas , con labra ya en el telar no se podía bordar a “hilos contados” por lo que eran adornados con la técnica de “ a dibujo y al pasado” o bien recibían sobrepuestos.


Siguiendo con la Memorias de Don Eugenio Larruga, Madroñal tiene 26 telares, su producción da suficiente para venderlo en ferias dado que se tejían 15.000 varas (9.000 metros longitudinales de lienzo de 60cm de ancho).
Del partido de Miranda del Castañar nos dice:
De todos los telares que se encuentran en su partido, hay algunos que texen lienzos unas veces, y otras no. Con el lino que produce toda la Sierra llamada de Francia, ques de superior calidad, pudiera prometerse una fábrica dé lienzos, mantelería , é hilado de lo mejor en esta villa”.
El torno de hilar parece que no llegó nunca a esta geografía y ya a fines del S.XIX empieza a desaparecer el tejido de lino sustituidos por el algodón que se tejía, industrialmente en Cataluña.

Sigue Larruga desgranándonos los telares serranos:
12 telares en Monforte, en Mogarraz 16, en La Herguijuela 20 , 7 en Casas del Conde y 29 en Cepeda donde se trabajan 15,000 varas, 9 en Sequeros y otros 9 en Villanueva.
De momento solo encontramos en El Madroñal y La Alberca telares que produzcan “alemanisco”.
Entre los S. VVII y XIX se tejían en la serranía fundamentalmente la calidad de casero (tafetán) sobre el que desarrolla el bordado popular a hilos contados y se importaba el delgado que se reservaba para menesteres litúrgicos.
Una vez tejido el lino se guardaba en rollos bien prietos para evitar su exposición a la luz y las arrugas, cada rollo de lienzo puede oscilar entre las diez y las cuarenta varas, dependiendo del lugar y telar y el ancho es de alrededor de unos 60cm.

Esta tela se cortaba para confeccionar los diferentes paños que después se bordaban. Para piezas más grandes como sabanas de cama marital o colchas eran necesario unir 3 paños, 3 patas o 3 piezas de rollo con randas o encajes que se llamaban Entredós.
Durante las primeras décadas del siglo xx no todos los lugares de la Sierra contaban ya con telares; esta industria se mantuvo en algunos de ellos, a donde los restantes llevaban a tejer el lienzo o se conservaron para hace mantas traperas.
Aún en las primeras décadas del S. XX tejían en la Alberca labor de real cinco tejedores. A mediados del S. XX se daba por sepultado el telar artesano sin que ni uno solo haya sobrevivido. Primero desapareció el cultivo del lino y luego los telares.
Con tal densidad de cultivo de lino y tejedurías no es de extrañar que el bordado a hilos contados floreciera en la serranía de Francia. En Asturias, por ejemplo en el S.XIX tuvieron que importar lino y lana de lo que es hoy Castilla y León.
Todos estos lienzos caseros llegaban al hogar de sus dueños que lo habían cultivado y trabajado con tanto esfuerzo. A partir de ese momento las manos de las bordadoras darían rienda suelta a su embellecimiento según unos cánones tradicionales bien codificados, pero a la vez con la soltura de su propia imaginación.